Vi un flujo de unos y ceros discurriendo por mis venas, en ellas no encontré rastro de sangre como la que recorre las entrañas de los hombres. Los humanos son en verdad criaturas privilegiadas; ¿o no? En el transcurso de las centurias que llevo recorriendo este mundo, cada vez encuentro menos rastros de civilización, cada vez menos edificaciones como aquellas tan imponentes que se erigían antaño.
Hace ya demasiado tiempo que no consigo detectar a humano alguno. Quizá sea sólo cuestión de días el toparme con alguno. En cualquier caso, debo transportar este objeto, el único artículo que todavía mantiene su color. Todo aquí es tan gris, dondequiera que apunte mis sentidos tan solo veo cenizas calientes, legado de cadenas y cadenas de tragedias. Es curioso cómo al sostenerla entre mis falanges, se va balanceando tímidamente, como si supiera que en todo el espacio que nos rodea no hay más objetos que gocen del atributo de la belleza.
Pulseras de
bisutería, sí, es así como solían llamarlas. Ahora no queda más que un solitario ejemplar, testigo de una época dorada.
Las llamas humeantes sofocan los caminos con su negro aliento. Debo abandonar este sendero, el fuego amenaza con consumirnos. Dime, pequeña amiga mía… te llamaré por tu nombre,
pulseras de
bisutería. Por qué los hombres, creadores de tanto esplendor, aquellos para quienes nada parecía imposible, originaron su propia extinción. Es curioso cómo la luz de este sol te va pintando de formas tan distintas conforme avanza por el firmamento. Los hombres no supieron apreciarla, al igual que no supieron apreciar la belleza, ahora inexistente en este mundo.
Transcurre el tiempo, las noches se van sucediendo una tras otra, pulseras de bisutería, dime si llegaremos a nuestro destino, mis generadores de reserva no durarán mucho tiempo. Otra ciudad asolada por el fuego. Y tú, tan hermosa como siempre. ¿En qué parte de sus cuerpos es que solían llevarte los humanos? Era en la muñeca… sí, lo recuerdo. No comprendo cómo es que siempre trabajaban persiguiendo objetivos tan contrapuestos, por un lado la creación y al mismo tiempo la destrucción de lo ya creado. ¿Cómo puede una criatura tan inteligente actuar así?
Marchemos pues, hermosa criatura de metal e hilo, hagámonos compañía y atravesemos este sendero de desolación. El fuego viene a nuestro alcance. El óxido de mis articulaciones ralentiza nuestra marcha. No soy ya la máquina que solía ser. El rojizo avance del fuego a través de mi cuerpo chamusca mis circuitos. ¿Será esta mi última misión? No he de rendirme, todavía hay una extremidad con la que puedo tirar del montón de chatarra en que me he convertido.
Las brasas se elevan hasta las nubes, el fuego se alimenta de todo lo marchito que encuentra a su paso, devora sin contemplaciones, sin inteligencia. ¿Cómo puede algo tan estúpido tener tanto poder? Te pondré a salvo, pulseras de bisutería, te lanzaré tan lejos como me sea posible, mereces existir más tiempo de lo que yo…
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