Hace aproximadamente quince días, mi marido me hizo una cita. Me pidió que apartara el próximo viernes para salir juntos. No me dijo a donde iríamos, solamente me dio la hora: las 20:00 hrs. Que la vestimenta era casual formal. Que no me arreglara como para ir a una boda, pero que tampoco que vistiera como si fuera domingo por la mañana. Me pidió que preguntara a mis padres que si podían venir a quedarse a la casa para cuidar a nuestros hijos. De verdad me sorprendió, pocas veces les hemos pedido a mis padres que vengan a cuidar a nuestros hijos.
Dejé pasar los días sin preguntar mucho para no ser impertinente, pero no he de negarles que me moría de la curiosidad por saber algo mas sobre esa cita. No era ni mi cumpleaños, ni el de él, ni nuestro aniversario de bodas. Los días pasaron y todos en casa estábamos de buen humor, el ambiente estaba relajado y con un sentimiento de complicidad entre ambos, que hace mucho mucho tiempo no sentía. Durante esos quince días, me dedique a cuidarme. Comencé a cenar poco, salí a caminar un rato todas las mañana, mientras los hijos estaban en la escuela, me puse mascarillas, fui al salón de belleza por un buen manicure y un pedicure, le puse un tratamiento a mi cabello, fui a que me hicieran un corte y tuve tiempo de probarme un ajuar que cumpliera con las características de la cita que mi marido me había solicitado y colocar en una hermosa bolsa de organzade color vino, una ligera lencería por si se llegaba a ofrecer.
Claro que también, le estuve cocinando su comida favorita, sus postres que tanto le gustan, fui platicando con nuestros hijos, avisándoles que su padre y yo íbamos a salir y que sus abuelos iban a venir a cuidarlos. Sus papás iban a salir sin ellos a un evento durante la noche del viernes y que no se preocuparan que si iban a regresar. Llamé a mis padres, les platique lo que mi marido me había pedido y mi madre, como buena mujer, se emocionó toda y dijo “claro hija, para cosas así siempre cuenta conmigo. Ahí estaremos tu padre y yo para cuidar a nuestros nietos”.
El día llegó, mis padres llegaron desde la comida para que yo tuviera tiempo de arreglarme y estar lista a tiempo. Cuando se acercó la hora de salir y vi a mi marido tan guapo, acicalado, arreglado y oliendo delicioso. Hizo que recordara aquellos tiempos en que éramos novios y llegaba a casa por mi. Como recuerdo estar ansiosa por que llegara la hora y me ponía nerviosa por verlo.
A donde me llevó y que hicimos durante toda la noche, cada uno piense que le gustaría más. Solo les digo que mi marido hizo todo para volverme a enamorar de él. Me enseño que la creatividad para una cita romántica no se termina y que si uno quiere, siempre habrá formas de cómo planear una grandiosa cita.
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