Soy artesana, me considero hábil con mis manos, me gusta hacer joyería
y mi especialidad es trabajar la plata. De vez en cuando tengo algunos pedidos
especiales de diseños que simbolizan algo para la persona que llega hasta mi
solicitando el diseño o o piden para que tenga un significado especial para la
pareja.
He realizado cosas bastante interesantes porque mis clientes son
interesantes. Hace no mucho tiempo llegó una persona con un pequeño poema que
quería convertir en una pieza de joyería para poder usar. Quería que una sola
pieza representara el mismo sentimiento que el poema le hizo sentir a el. Como
han de imaginar, en ocasiones este trabajo se complica un poco por la interpretación
de los sentimientos, ya que como es lógico, un poema no puede representar lo
mismo para mí, para el cliente o para la persona a la cual le van a regalar el
colgante de plata. Por eso es sumamente importante platicar con el cliente un
rato y dejar definido los sentimientos específicos que quieren ser plasmados.
A continuación les dejo el poema que me pidieron hacer en dije, y al
mismo tiempo les pregunto, ¿ustedes que harían? ¿qué propuesta le darían a un
cliente si llega con un pedido de tal magnitud?. En fin, el poema se llama “Diálogo del Hombre
y la Piedra”, les debo el autor porque el cliente nunca lo mencionó, solo hizo
especifico que quería algo muy especial para poder colocar en las páginas de
bisutería online como un nuevo diseño dentro de los productos que ofrece.
Diálogo del Hombre y la Piedra
Quisiera lograr, tan solo al verte, hundir el corazón bajo la tierra,
echar raíz, quizá, si así pudiera llegar a donde estás. Hollar el polvo, la distancia
temprana que conoces.
Sordo, cojeando, vuelvo a ti sobre estos cuatro sentidos mutilados que
me restan y duelen por no hablarte todo un tiempo. Lo hacen ahora sin
preámbulos, en un jardín de tantos de nombres que confusos se empolvan y se
olvida.
Hoy que salen sobrando los segundos, al fin parece que encontraste un
rincón para acostar nuestras cabezas y compartir el mismo espacio, el solo
sitio, donde guardan tus manos celosas la caricia o el beso que tu piel nunca
pensó reservar para esta piedra tímida
que apenas se atreve a deletrearte.
Como decirte, si supieras, que he sido un loco olvidado entre tantos,
un menesteroso invisible que va sin alcanzarte y termina por ahorcarse en
tantas calles hechas nudo por la ausencia, sin que tu voz lejana rompa siquiera
una o dos de mis palabras.
Espera hasta que rompa la mañana mis pies, las arterias, el reloj y
encuentre sitio bajo el suelo al que envidio por ti desde esa hora.
¿cuándo?
Tal vez hasta que suban tus huesos impacientes a encontrarme,
sonrientes, ligeros, desde el polvo, para dormir contigo alguna noche, una sola
de tantas que perdimos.
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